domingo, 6 de octubre de 2013

A veces pasa

Eso de llegar a casa después de un eterno día en esa cárcel de instituto, aguantar las lágrimas por el camino y sostener el nudo de la garganta. Atravesar la puerta y dejar la mochila caer con fuerza sobre el suelo sin importarte si algo de lo que hay dentro puede hacerse añicos, los mismo de los que tu interior se forma.
Ni siquiera ingerir algún tipo de alimento, con las mismas recorrer las escaleras hasta aterrizar en tu habitación, ese santuario donde los problemas se hacen más pequeños cuando los acompañas de solamente tu misma presencia.
Y llega ese momento en el que el nudo que tenías en la garganta y que habías aguantado durante todo el día y el camino a casa se rompe, desatándose en lágrimas, recorriendo cual veneno disfrazado de nervios y dolor todo tu cuerpo, golpeando tu cerebro y corazón con fuerza, rememorando cada problema, cada golpe, cada caída y tus cero recuperaciones de esto que se llama vida.
Intenta ayudarte, lo hacen realmente, tanto familia y amigos, pero sobre todo familia, pero no quieres esa ayuda, la rechazas sin más creyéndote atacada, sintiéndote dolida sin motivos hacia esas personas; hasta el perro seca tus saldas lágrimas y rechazas sus dulces lametones.
Piensas en la desgracia que se posa sobre ti y te cuestionas qué fue lo que hiciste mal para merecer este malestar, esas cosas malas de tu casa, de tu familia, de tu vida, que crees que solamente te pasan a ti.
Es tal tu desdicha y dolor que ametrallas tu mente de cuestiones sobre tu existencia, total... crees que nadie te echaría de menos, que sus vidas seguirían como hasta ahora, contigo o sin ti. Pero te da miedo dejar este mundo, realmente no quieres hacerlo, en el fondo sabes que todo esto pasará ¿pero cuando? La desesperación se apodera de ti y te vuelve la misma idea, aunque te entra el miedo, porque realmente tienes miedo, pero mejor, el cementerio está lleno de valientes.
Rara sensación la que te llena, que te hace sentirte sola y a la vez asqueada de las personas. Tranquila, no es culpa tuya, te han hecho daño, han jugado contigo, te han fallado, te han hecho caer y luego te han dejado mordiendo la tierra, no te han demostrado cuanto debían personas en las que confiabas... pero ¿Y los demás? Algunas personas sí que lo han hecho ¿Sabes? Y están ahí para sacarte de casa, para hacerte sonreír, abrazarte, limpiar tu cara de lágrimas y decirte que todo saldrá bien, para darte ese calor que en el fondo tanto necesitas, porque ellos sí que no van contra ti, la única que va contra tí eres tú misma, es tu mente, que está rota, pero no te apures, tampoco es culpa tuya, es culpa de tu estado, es culpa de las pruebas de tu destino, es culpa de la gente que por alguna razón ha puesto en tu camino, y esa razón es la fortaleza, no te pasa todo esto porque seas desgraciada te pasa para que el día de mañana te hagas más fuerte, más sabia, más noble y más hábil en la batalla de la vida.
Esta batalla no podrás ganarla, nadie puede, porque nadie sale vivo de la vida, por eso no te la tomes en serio, vívela como quieres, haz cuanto te plazca y te llene, sin temor al qué dirán, sin rencor a tus enemigos, pues la sonrisa es tu arma más fuerte hacia ellos, van a criticarte hagas lo que hagas porque te envidian, porque has sido fuerte y has salido de la trampa del estado depresivo, porque te has levantado de tu mayor caída, porque te has superado a ti misma; no les juzgues o te enfades, sonríe, SOLO QUIEREN SER COMO TÚ. A veces pasa.


miércoles, 25 de septiembre de 2013

El placer tachado como prohibición

"Se sintió realmente muy afortunada por tenerle. Era el amor de su vida.
La besó dulcemente. Ese beso fue aumentando su fuerza por momentos y arrebatándoles la ropa por el camino hacia la habitación mientras le mordisqueaba el cuello y le acariciaba la espalda. La acarició como hacía tiempo que no lo hacía y mientras le obsequiaba con besos mojados se sentó encima de él mientras yacía tumbado boca arriba hasta que le sintió dentro de sí.

Él, facilitando su movimiento, la agarraba de la cintura y las piernas mientras su lengua saboreaba sus labios. Sintió que podía volar y mientras, mirando al techo acompañada de la sensación de su miembro y sus besos en el cuello, imploraba más placer del que sentía para sus adentros, entre jadeos pasionales, concibió el amor que sentía por él como infinito y maravilloso".

Fragmento de algo que escribí hace tiempo, situación prohibida, restringida, juzgada y anulada en esta sociedad retrógrada al igual que en muchas otras donde queda mejor a plena luz del día visualizar un arma que una demostración de amor como podría ser ese momento. Felicidades señores, esto es el progreso, sigan votando a derechas.

domingo, 22 de septiembre de 2013

El sexo fuerte

Nacen guerreras, pisando fuerte, soltando con rabia sus primeras lágrimas nada más ser dadas a luz. Son caprichosas, celosas, manipuladoras, bipolares, presumidas, soñadoras y fuertes, sobre todas las cosas, son fuertes. Padecen la menstruación, el dolor de su primera vez, el sufrimiento de un parto y el coraje, sobre todo hoy en día, de ver a su familia feliz. Trabajan dentro y fuera de casa, leen cuentos, limpian, hacen desayuno, comida, merienda y cena, van a la compra, planchan, lavan y cosen, ven la tele y por la noche satisfacen a su pareja y aún así al día siguiente sus pilas siguen estando a cien.
En cambio, a pesar de todas estas cosas a favor, están infravaloradas por la sociedad, son insultadas a las que las satisface de manera extraordinaria practicar el sexo, ultrajadas las que por azar o destino trabajan en la noche, explotadas las que se prostituyen por alimentar las bocas de sus niños, golpeadas por antojo de sus maridos cuando algo va mal, al igual que las infravaloran económicamente en el mismo puesto de trabajo en el que un hombre cobraría más cantidad.
¿Por qué? ¿Por qué si hacen todo esto y más son despreciadas de esta manera? La sociedad cree que es el sexo débil porque vivimos en una sociedad retrógrada (aunque no es la única, las hay peores), una sociedad donde ellas, el sexo débil, no tienen derecho a un salario en igualdad de condiciones que el de los hombres, donde parece pecado que disfruten del sexo, donde hay trabajos en los que solo está bien visto que trabajen los hombres, donde se les golpea para hacerlas callar y donde no pueden alzar su voz.
Aquellos hombres que disfrutan viéndolas en el suelo son los mismos que cuando ven a una mujer de verdad se acojonan, los mismos que lloran por ellas cuando les tocan la patata y al igual no vuelven a amar a otra.
¿Ellas el sexo débil? ¡Ellas el sexo fuerte! ¿Feminista? Puede, pero donde esté una mujer, que se aparten mil hombres.